Rescatamos una vieja entrevista que le hiciera Carlos Dana a Irene Neddermann (ciudadana ilustre de Sierra de la Ventana) en julio de 2008, que no tiene desperdicio y que no podemos permitir que quede en el olvido, ni su recuerdo ni sus memorias o mensajes, mas vigentes que nunca.

Nos encontramos con Ija Neddermann, Irene para todo lo que la conocemos.

En una charla frontal hemos repasado su vida desde aspectos tal vez desconocidos para nosotros, que familiarmente la conocemos como “Irene, la de los caballos”.

Neddermann, su apellido de casada significa en alemán “hombre de los Países Bajos”. Su esposo era nativo de Bremen y eso tenía su lógica.

Su vida estuvo acompañada por sus hermanos, en especial su hermana melliza, y los caballos.

El primero que tuvo era totalmente blanco, se llamaba Snowboard (bola de nieve) y se lo había regalado a su madre en 1923 cuando vivían en la Estancia “El Ghio”, cerca de los antiguos en nuestra Patagonia.

De pequeña admite que era muy tímida, y se apoyaba en su hermana Asse (Ana Luisa), ella era más segura nos cuenta.

Parte de su infancia transcurrió en la Estancia “El Chacayal” cercana a San Martín de los Andes, fueron allí sus recuerdos más felices, en familia, donde le cultivaron como valores nunca perder la lengua de origen.

Para ello, sus padres habían traído de Alemania una maestra o institutriz que todo el tiempo les hablaba en su idioma. Muy pocas veces se hablaba español en su casa.

Vivieron 8 años intensos, interesantes. Tuvo una infancia libre, pero muy estricta, muy importante para sus padres era inculcarles valores.
No mentir, no hacer trampa, decir siempre la verdad.

Uno de sus momentos más felices de su vida fue cuando viviendo cerca de Valdivia en Chile, junto a su hermana gemela, sacaron al galope a unos caballos de unos indios que chupaban en un puesto, travesuras de la infancia que nunca se olvidan y quedan grabadas por siempre.

Siempre sobre su vida estuvo presente un caballo “Polo” fue su primer caballo y el mejor. “Laucha” era el caballo de Asse su inseparable hermana. Los dos Criollos, la mejor raza, dóciles, aguantadores, bien domados, lejos es la mejor raza define tajantemente.

Irene Brunsiwig de Neddermann, conoció a su esposo Juan, que era un lanero que trabajaba para una de las firmas más importantes de la Patagonia “Maier”.

Tuvieron cinco hijos, actualmente uno de ellos (Jorge Nedderman) vive con ella, y el resto está repartido entre Brasil, Alemania, y Capital Federal.

Antes de conocerlo a Juan, vivió junto a sus hermanos durante 9 años en Berlín, en la casa de la tía. Allí aprendió a tocar el acordeón y formaba parte activamente de grupos de Scouts.

“Hitler prohibió a los Scouts, y antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, nos fuimos de Alemania”.

“En todas partes hay que construir un entorno interesante”

Eso respondió Irene cuando le preguntamos cuál había sido el mejor lugar donde había estado.

Su mayor tristeza ha sido el fallecimiento de su hermana gemela, “tenía dos o tres tumores en la cabeza”, eso ocurrió en 1997.

Diez años antes la señora de los caballos se había radicado en Sierra de la Ventana, se enorgullece al decir que fue ella quien le enseñó a todos los chicos del pueblo andar a caballo.

“Abrimos una escuela de equitación con 5 caballos, enseñe a los jóvenes y además formamos un coro; a los chicos no les cobraba pero los turistas si”

(sonríe cómplice)

Irene no se calla nada, ni esquiva pregunta alguna, sabe que su experiencia y su tenacidad son aliadas, al igual que sus caballos, que adornan su mesa con distintos pelajes y nombres que recuerdan cada trote y cada galope.

“A caballo por la vida” es el título de su único libro que narra su historia y sus aventuras, sus memorias que como reza el prólogo, de una mujer que fue niña en la Patagonia.

“Escribo por gente que no puede ser olvidada como San Martín o el doctor René Favaloro”

Las comidas y bebidas también fueron tema de conversación,

“prefiero un asado bien hecho, jugoso, caliente y tierno, acompañado de un vino blanco y soda”

se ríe cuando menciona que es muy importante que esté tierno.

También la política que todo lo atraviesa, llega la mesa de la entrevista y las definiciones empiezan a brotar como un manantial de sabiduría.

“Los políticos de hoy no tienen una línea recta, por pesos se dan vuelta. Lo que yo leo en los diarios nacionales me da tristeza”.

La autonomía de la comarca merece un párrafo, Irene no esquiva el convite y arremete.

“Es una muy buena idea; es absurdo que un pueblo que gana bien y trabaja, le de todo a un pueblo que que se aprovecha”.

Rescata para el final, una cita del poeta alemán Wolfgang Goethe, la pronuncia en Aleman y la traduce como:

“que el momento más sublime en la vida, se vive arriba de un caballo”

Irene Neddermann a caballo en Sierra de la Ventana

Y nos da otra visión muy particular, nacida en febrero de 1917, noventa y un otoños, acaso la estación más hermosa, nos aconseja:

“La gente no debe alejarse demasiado de la naturaleza; no se olviden de la tradición criolla; no se dejen dominar demasiado por la tecnología, ésta lo pone al hombre nervioso, apurado, en fin lo mata”.

Después de esta alta reflexión, no hay lugar para ningún otro comentario.